Del Evangelio según San Juan (Jn 10, 1-16) “En verdad, en verdad les digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ese es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: “En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
La imagen del Pastor
Vamos a hacer la meditación sobre Jesús, el Buen Pastor. Debemos empezar por señalar que una imagen bíblica para hablar de Dios es la del Pastor. En efecto, el Antiguo Testamento nos habla de que Yahveh es el Pastor de Israel. Al respecto, el Salmo 23[22] que siempre nos conmueve profundamente indica. “El Señor es mi Pastor nada me falta, en verdad praderas Él me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”(Sal 23[22], 1-3). Dios es el Pastor que apacienta a su pueblo y lo guía siempre por el camino de la verdad y el bien.
En un teatro, un poeta recitó el Salmo 23 y lo hizo con tanto arte que la gente lo aplaudió varios minutos. Y el poeta se dio cuenta que dentro de la gente había un sacerdote, lo llamó y le dijo: “Padre, le invito a usted para que recite el Salmo 23”. El sacerdote oró en silencio y luego recitó el Salmo 23, lo hizo con tanta piedad que no hubo aplausos sino un gran silencio. El poeta, entonces, le dijo a la gente: “Yo recite el Salmo del Buen Pastor con arte; pero este sacerdote se ve que trata al Buen Pastor”. Queridos hermanos, lo importante es que nosotros tratemos al Buen Pastor.
Jesús, el Buen Pastor
¿Quién es el Buen Pastor? Es Jesús. El pasaje que hoy hemos leído nos presenta con claridad esta imagen tan hermosa del Buen Pastor. Toda la vida terrena del Señor fue mostrarse como el Buen Pastor que sale a buscar a la oveja perdida para cargarla sobre su hombro y llevarla otra vez al rebaño. En efecto, Jesús es el Buen Pastor al que le interesan las 100 ovejas porque para él todas son importantes (cf. Lc 15,1-7).
Estamos llamados a tratar al Buen Pastor. Por ello, llevemos a la oración el pasaje de Jn 10, 1-16:
1. Las ovejas escuchan la voz del Pastor
Jesús dice que las ovejas escuchan su voz. Nosotros no podemos escuchar voces mentirosas, sino que debemos escuchar siempre la voz de Jesús, el Buen Pastor. ¿A qué llamamos voces mentirosas? A todo aquello que no está en armonía con el Evangelio. Son voces mentirosas todas las ideologías ya sea de izquierda o de derecha. El Evangelio no conoce esas categorías que son políticas.
Una ideología es siempre sesgada, manipula dando una visión errada de la realidad. El Evangelio no es “izquierdista” porque no usa a los pobres para manipularlos; el Evangelio tampoco es “derechista” porque no promueve al dios dinero. Es totalmente contrario al Evangelio decir soy progresista o soy integrista. Nosotros ¡somos de Cristo!
Hay que reconocer la voz de Jesús quien siempre nos va a guiar por el camino de la verdad y el bien. ¿Cómo reconocer la voz del Pastor? No hay otro medio que empaparnos de los Evangelios. Solo así podremos reconocer las verdaderas enseñanzas de Jesús el Buen Pastor y seguirlas con radicalidad. Decía un santo sacerdote: “Ojala sea tu vida tal, que todos digan este lee la vida de Cristo”.
2. El Pastor va delante y las ovejas le siguen
Jesús afirma que el Pastor va adelante y que las ovejas lo siguen. ¡Qué hermosa imagen la del Pastor que es seguido por sus ovejas! Jesús es quien nos marca el camino, Él mismo es el camino (cf. Jn 14,6). En verdad, el Señor va adelante. ¿Cómo va adelante? Dándonos el modelo de vida. Él es nuestro modelo. Seguir a Cristo exige imitarle (cf. 1 Co 11m1).
Estamos llamados a reflejar a Jesús, esto implica imitar su paciencia y humildad (Mt 11,29), su perdón (cf. Lc 23,34), su paz (cf. Jn 14,27), su caridad hasta el extremo (cf. Jn 13,1), etc.
Jesús va adelante pero también va detrás. En verdad, el Señorva atrás cuidándonos de los lobos. ¿Quiénes son los lobos? Los demonios que atacan siempre por la retaguardia porque el enemigo no ataca de frente. No se olviden que la estrategia de satanás es no ir de frente, porque es el padre de la mentira (cf. Jn 8,44). La verdad es directa, en cambio, la mentira es siempre traidora. Hermanos, Jesús nos cuida del diablo, déjate cuidar no te pongas en ocasión de pecado (cf. 1 P 5,8-9).
Jesús va al costado porque es compañero del camino. El Pastor también se pone al costado para que nos apoyemos en Él. Estar al costado del Buen Pastor nos lleva a saber que podemos recostarnos en su pecho, como lo hizo el discípulo amado (cf. Jn 13,23). Debemos refugiarnos siempre en el Corazón sacerdotal de Cristo.
Jesús va en medio del rebaño porque siendo Pastor se hace Cordero llevado al matadero, es uno como nosotros menos en el pecado, San Pablo dice que “se anonadó” (cf. Flp 2,7). Es el Pastor solidario con sus ovejas.
Y Jesús va dentro de nosotros cuando estamos en gracia de Dios. Él nos hace participar de la vida divina (cf. 2 P 1,4). Jesús mismo se hace nuestro alimento pues en la Eucaristía se convierte en verdadero alimento de nuestra alma (cf. Jn 6,54).
3. Yo soy la puerta de las ovejas
Jesús dice que es la Puerta. Entrar por la puerta implica entrar correctamente a un lugar, si no hay una puerta no podemos entrar. Entrar por la ventana es lo propio de los ladrones. Jesús nos dice que Él es la Puerta y que quien entra por Él, será salvo.
La puerta para la vida eterna es Cristo. De ahí que la imagen de la puerta la relacionamos con la imagen de la Casa del Padre. Jesús dice: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas… voy a prepararles un lugar para que donde yo esté estén también ustedes” (Jn 14,2-3). Todos estamos llamados a ir a la casa del Padre, la única puerta es Cristo y la llave el Espíritu Santo.
Esa puerta está abierta porque Cristo quiere que todos se salven (cf. 1 Tm 2,4), pero al mismo tiempo, no nos obliga a entrar, Él quiere que entremos pero con libertad. Entramos a la puerta que está abierta usando libremente nuestra libertad colaborando con la gracia de Dios. Entremos por la puerta como ovejas dóciles, porque somos el rebaño del Señor. Fíjense que Jesús no dice que somos cabras sino ovejas. La palabra “caprichoso” viene del latín capris que significa “cabras”. La cabra es desobediente, la oveja es dócil. Dejémonos conducir con libertad por Jesús, el Buen Pastor, así entraremos por la única puerta de vida eterna que es Él mismo. Jesús ha venido para “traer vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).
4. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas
Jesús nos indica que Él es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. De esta manera, el Señor está marcando el modelo de vida de todos aquellos que deben pastorear al pueblo de Dios, es decir, los sacerdotes. ¿Quién es el referente de todo ministro sagrado? Cristo, el Buen Pastor.
San Pedro dice que Jesús es el “Pastor supremo” (1 P 5,4). Todos los sacerdotes deben ser un reflejo de ese Pastor Supremo que ha dado la vida por sus ovejas. En este sentido, conviene en esta meditación señalar las exigencias que tienen los sacerdotes con relación al rebaño, es decir al Pueblo de Dios que se les ha encomendado.
La palabra “sacerdote” ya dice bastante. Viene de sacrum y dans: el que da lo sagrado. Los sacerdotes pastorean al pueblo de Dios comunicando lo más sagrado que es la vida de Cristo a través de los sacramentos. ¿Qué es lo que esperan los fieles de un sacerdote? Que los lleven a Jesús.
El sacerdote es “ministro”, la palabra ministro viene del verbo “ministrare” que significa “servir”. El sacerdote es servidor de sus hermanos, no forma parte de un grupo de privilegiados o una élite. Es servidor de sus hermanos por eso tiene que poner el corazón en el suelo para sus hermanos se apoyen suavemente. Al igual que Jesús, el sacerdote tiene que lavar los pies a los demás (cf. Jn 13, 1-20).
El sacerdote es “cura” porque tiene el oficio de curar las almas con el bálsamo de la sangre preciosa de Cristo. Por ejemplo, cuando un sacerdote confiesa cura las almas, o al administrar la Unción de los enfermos cura espiritualmente a la persona que atiende.
El sacerdote es “presbítero” que viene de la palabra griega “presbiteros” que significa “anciano” y hace referencia a la sabiduría. El sacerdote está llamado a ser fuente de sabiduría porque predica la Palabra de Dios y no sus propias ideas. Cuando un sacerdote comunica con fidelidad la Palabra de Dios llena de sabiduría al pueblo de Dios.
El sacerdote es “padre”. ¿Por qué, si vive el celibato y no tiene hijos? Porque todo padre da vida y enseña. El sacerdote da vida sobrenatural, trae la vida de Cristo (cf. Ga 4,19) y, por otro lado, educa comunicando la Palabra de Dios. El sacerdote tiene una paternidad espiritual sobre los fieles.
Queridos hermanos, todos tienen que orar por la santidad de los sacerdotes para que reflejen siempre a Cristo, el Buen Pastor. San Juan María Vianney (†1859), patrono de los párrocos, decía: “El sacerdocio es el amor del corazón de Cristo, si comprendiésemos bien lo que es el sacerdocio, moriríamos no de pavor, sino de amor”.
En la vida de este santo sacerdote se relata que un hombre descreído fue a verlo por curiosidad, ya que se hablaba mucho de él en toda Francia. Este hombre llegó a Ars y no solo vio a San Juan María Vianney sino que se confesó con él. Cuando regresó a su ciudad, sus amigos le preguntaron ¿qué viste en Ars? y respondió “vi a Dios en un hombre”.
Recen para que los sacerdotes reflejemos siempre a ese Dios que viene a salvarnos. Que la Virgen Santísima cuide a todos los sacerdotes para que sean verdaderos reflejos de Cristo, el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Termino con una oración de San Juan Pablo II:
Oh María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes: acepta este título con el que hoy te honramos para exaltar tu maternidad y contemplar contigo el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos, oh Santa Madre de Dios.
Madre de Cristo, que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu Santo para salvar a los pobres y contritos de corazón: custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes, oh Madre del Salvador.
Madre de la fe, que acompañaste al templo al Hijo del hombre, en cumplimiento de las promesas hechas a nuestros Padres: presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu Hijo, oh Arca de la Alianza.
Madre de la Iglesia, que con los discípulos en el Cenáculo implorabas el Espíritu para el nuevo Pueblo y sus Pastores: alcanza para el orden de los presbíteros la plenitud de los dones, oh Reina de los Apóstoles.
Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes. Amén.