En primer lugar, la fe en la familia crece en la oración, que es como el aire que el cristiano respira. La familia cristiana nace en la promesa matrimonial. Llena de la gracia de la fe, la familia se sostiene y se realiza como camino de santidad, principalmente, por la oración. Es conocido aquél dicho: «Familia que reza unida, permanece unida».
Crecer en la vida de oración es tarea de todos: los padres, que van madurando interiormente; los hijos, que van entrando poco a poco en el mundo de los adultos. La participación del niño en la oración comienza ya desde el vientre materno, puesto que la madre es capaz de transmitir a su hijo los más tiernos sentimientos de piedad.
Es muy recomendable que los niños se familiaricen con la
vida de oración desde muy pequeños (sobre todo a partir de los 3 años), pues si bien muchos adultos no se percatan, en esa etapa los niños son especialmente sensibles para las cosas de Dios. Aprenden a rezar no sólo con la Señal de la Cruz o las oraciones ya formuladas (Padre Nuestro, Ave María, etc.), sino sobre todo con la oración libre y espontánea de acción de gracias, petición, alabanza e intercesión.
¿Qué pueden hacer los papás?
Pueden, por ejemplo, levantar a sus hijos con una jaculatoria, orar por un breve momento antes de iniciar las clases en casa, antes de ingerir los alimentos o hacer plegarias espontáneas a lo largo del día, agradecer a Dios por las cosas buenas y sencillas que ocurren (el nacimiento de un hermano o primo, la superación de una enfermedad, la aprobación en un examen, el empleo logrado, etc.). Un momento privilegiado para orar en familia es cuando están juntos en la mesa y se agradece a Dios por el alimento recibido. También por la noche, antes de acostarse, es un excelente momento para bendecir a los hijos, pedir perdón por las posibles faltas,
suplicar a Dios su ayuda para los más necesitados y renovar los buenos propósitos.
Así, la familia va descubriendo que toda la jornada adquiere su sentido último y es iluminada por la presencia de Dios.
También en la celebración de todos los Sacramentos la familia experimenta un especial crecimiento de la fe. De modo especial, en la participación de la familia en la Misa dominical: la familia descubre la belleza del Día del Señor, la importancia de la escucha de la Palabra, y participa activamente en los ritos sagrados, con la comunidad y el sacerdote. No es sólo una tradición que hay que conservar, sino un momento privilegiado para que los adultos se dejen educar en la disciplina del culto, y para educar a sus hijos en la apertura a los sagrados misterios de la fe.
Sobre todo ahora que estamos en casa, inculcar la participación de la fe a distancia, va generando en la familia unión, esperanza y confianza en Dios.¡Qué importante es que el hogar tenga signos claros de la presencia de Dios, como las imágenes de los santos, un oratorio, el agua bendita, el crucifijo o una Biblia abierta, en un lugar privilegiado! Ese ambiente orante invita a la fe, suscitando la confianza en Dios en todos los miembros de la familia. Es hermoso el rezo del Santo Rosario en familia, así como la Coronilla de nuestro Señor de la Divina Misericordia.
Finalmente, la oración de la familia puede acompañar el tiempo litúrgico, cuando juntos se preparan para la Navidad por medio de la celebración de la Novena. En oración, pueden ir encendiendo poco a poco la Corona del Adviento, y armar el Belén en los días previos de la gran fiesta. También crece la fe en la Cuaresma, cuando la familia vive los medios propuestos por la Iglesia para la celebración adecuada del Triduo Pascual, momento central de la celebración cristiana de la fe, que debe ser vivida intensamente por toda la familia. De esa forma es como ella se va haciendo «Iglesia doméstica».
Fuente: Don Bosco Organización