Propagación de la devoción

La santa, María Faustina Kowalska, expresa un profundo sentimiento por lograr que cada alma “glorifique la misericordia de Dios”, como lo santos del cielo lo hacen, a cuyo efecto dice “yo deseo adorarla –la misericordia- ya aquí en la tierra y propagar su culto tal como Dios lo quiere de mí“. (Diario, 745).

La propagación de la devoción a la Divina Misericordia es un encargo especial de Jesús a santa María Faustina Kowalska, prometiendo que todas las almas que se aboquen a ello serán protegidas toda su vida y que nuestro Señor no será para ellas –a la hora de su muerte- solo Juez sino también   Salvador misericordioso.

“A las almas que propagan la devoción a Mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa [protege] a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso.  En esta última hora el alma no tiene nada en su defensa fuera de Mi misericordia.  Feliz el alma que durante la vida se ha sumergido en la Fuente de la Misericordia, porque no la alcanzará la justicia”. (Diario, 1075).

Además, dijo Jesús a santa María Faustina Kowalska que aquellos sacerdotes que hablen de Su “misericordia insondable” tendrán –por Su gracia- la fuerza prodigiosa para que los pecadores más incorregibles se ablanden bajo sus palabras

“El Señor me dijo: Hija Mía, no dejes de proclamar Mi misericordia para aliviar Mi Corazón, que arde del fuego de compasión por los pecadores.  Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengo por ellos en Mi Corazón.  A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen”. (Diario, 1521).

Vemos pues el gran significado de estas promesas para promover la práctica constante y permanente de difusión de la devoción a la Divina Misericordia, teniendo en cuenta que la proclamación de la misericordia de Dios debe plasmarse a través de nuestros actos ejemplares de vida cristiana, de nuestras palabras y de la oración, es decir de un testimonio de vida que sea grato al Señor.

En este mundo contemporáneo tan inclinado al pragmatismo y al relativismo, que como lo señala el santo Juan Pablo II en la carta encíclica Dives in Misericordia sobre la Misericordia Divina, la humanidad “parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia”, se manifiesta justamente importante las promesas de Jesús  a la santa. Acerca de la misericordia dice la carta encíclica: “Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia», nos permite «verlo» especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los corazones humanos. En efecto, revelado por El, el misterio de Dios «Padre de la misericordia» constituye, en el contexto de las actuales amenazas contra el hombre, como una llamada singular dirigida a la Iglesia.”

Cuando fui a la adoración escuché estas palabras: Hija Mía amada, apunta estas palabras: Mi Corazón ha descansado hoy en este convento.  Habla al mundo de Mi misericordia, de Mi amor.

Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres.  Oh, qué dolor Me dan cuando no quieren aceptarlas.

Hija mía, haz lo que esté en tu poder para difundir la devoción a Mi misericordia.  Yo supliré lo que te falta.  Dile a la humanidad doliente que se abrace a Mi Corazón misericordioso y Yo la llenaré de paz.

Di, hija Mía, que soy el Amor y la Misericordia Mismos.  Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas. (Diario, 1074).